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Siguen llegando buenas noticias desde la Antártida: el agujero de la capa de ozono está cerrándose de forma patente e inequívoca.

Así lo afirma un estudio de investigación que han llevado a cabo científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en colaboración con especialistas de otras partes del planeta, un trabajo que ha sido publicado en la prestigiosa revista científica Science días atrás.

Mejoría paulatina y firme

Como ya os hemos informado en los últimos años, las observaciones más recientes estaban constatando una paulatina recuperación del agujero de la capa de ozono existente sobre la Antártida.

Con sus lógicos máximos y sus mínimos anuales, los científicos habían evidenciado una disminución notable en los últimos años de dicho agujero, gracias a la puesta en marcha de las medidas acordadas en el Protocolo de Montreal años atrás.

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Una reducción de más de 4 millones de kilómetros cuadrados

Según revela el estudio al que hacemos referencia, la reducción que ha tenido lugar desde el año 2000 se eleva ya a una superficie cercana a los 4,5 millones de kilómetros cuadrados. Y lo que es más importante, la tendencia parece segura y el agujero debe seguir disminuyendo en los próximos años hasta casi desaparecer en unas décadas.

El agotamiento del ozono

Como hemos explicado en otras ocasiones, la capa de ozono estratosférica se encuentra a 25 kilómetros de altitud aproximadamente y nos protege de los rayos ultravioleta nocivos del Sol.

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El agotamiento del ozono, se produce todos los años (de forma natural) durante la primavera del hemisferio sur, debido a las temperaturas extremadamente frías de la estratosfera y de forma artificial y acelerada, por la presencia de gases en la atmósfera que destruyen el ozono, como el cloro y el bromo.

Menos ozono en los trópicos

Pero esta recuperación del ozono no se traducirá en una vuelta a los niveles anteriores a los años ochenta. Los científicos no vislumbran una situación de equilibrio. El ozono en los trópicos disminuirá debido a que el cambio climático provoca una aceleración de las corrientes de aire que transportan el ozono del Ecuador a los Polos.

Parece incuestionable que el perjudicial agujero del escudo protector contra las radiaciones UV del Sol se cerrará definitivamente a mediados de este siglo, siempre y cuando no se produzca un incremento significativo de la actividad volcánica como el que se vivió en 2015 con la erupción del volcán chileno Calbuco, culpable de un adelgazamiento histórico de la capa de ozono.

Y es que aunque los volcanes no inyectan cloro en la estratosfera, sí emiten enormes cantidades de dióxido de azufre, sustancia que puede acelerar la destrucción de ozono.

Ciclo anual

Como hemos explicado en ocasiones anteriores, el aumento de los niveles de cloro en la atmósfera desde la década de los 1980 junto con uso de los gases llamados cloroflourocarbonados (CFC) se formó un descenso en la densidad de la capa de ozono que cubre la Antártida.

Desde 1980, este agujero se expande durante la primavera del Hemisferio Sur (entre agosto y septiembre) y se reduce durante el otoño periódicamente.

Gracias a la prohibición internacional de este tipo de compuestos químicos, la capa de ozono se ha ido recuperando lentamente. La capa de ozono protege a la Tierra de la peligrosa radiación ultravioleta que procede del sol y que puede causar cáncer de piel.

Posible repercusión en el clima

El agotamiento del ozono contribuye al enfriamiento de la estratosfera inferior, lo que a su vez provoca cambios en la circulación estival del hemisferio sur que ha sido estudiada por diversos grupos científicos en las últimas décadas, con los consiguientes efectos en la temperatura de la superficie, las precipitaciones y los océanos.

En el hemisferio norte, donde el agotamiento del ozono es menor, no se estima ninguna relación estrecha entre el agotamiento del ozono estratosférico y el clima troposférico.

Contrapartida de la eliminación de los CFC

La principal reducción de la capa de ozono se produjo tras la puesta en marcha de las medias del Protocolo de Montreal que consiguieron disminuir en un 90 % las emisiones de gases a base de clorofluorocarbono (CFC) utilizados en los productos refrigerantes, espumas, aerosoles y equipos de extinción de incendios.

Como contrapartida, mucho de esos gases fueron sustituidos por gases de efecto invernadero, trasladando en cierta medida el problema medioambiental a otro escenario.

Y es que los hidrofluorocarbonos (HFC), sustitutos de los CFC, aumentan en un 7% cada año y aunque no afectan a la capa de ozono contribuyen a aumentar la temperatura global de la Tierra como consecuencia del denominado efecto invernadero.

Hay que seguir trabajando

Según indica la NASA aún existen dudas sobre si un calentamiento de la temperatura de la estratosfera en la Antártida a largo plazo podría contribuir a la reducción de este agotamiento del ozono.

De hecho, actualmente los científicos están trabajando para determinar si la tendencia agujero de ozono en la última década es el resultado del aumento de la temperatura o bien de la disminución de cloro.

Un aumento de la temperatura de la estratosfera sobre la Antártida disminuiría el área del agujero de ozono.

Las estimaciones satelitales las mediciones basadas en tierra por diversas estaciones, muestran que los niveles de cloro están disminuyendo, pero sin embargo las mediciones de la temperatura de la estratosfera en esa región son menos fiables para realizar conclusiones de tendencias a largo plazo.