27.04.10. Con frecuencia habremos escuchado hablar del término SAL cuando se están haciendo previsiones de cómo será de activa la temporada de huracanes del Atlántico Norte, y lo cierto es que no es muy conocido. Las siglas SAL son la abreviatura de Saharan Air Layer, y cuya traducción al castellano se aproxima a capa de aire del Sáhara, aunque quizá quedaría mejor enfocado si en castellano lo llamáramos "masa de aire sahariano". ¿Por qué es tan importante cuando hablamos de los ciclones tropicales en la Cuenca del Atlántico Norte?

 
Lo primero es caracterizar a esta masa de aire, es decir, cuáles son sus propiedades físicas: sólamente con mirar la imagen superior, podemos hacernos una idea de cómo es esta masa de aire, únicamente por su procedencia. Así, al proceder del Sáhara, va a estar cargada de polvo en suspensión y va a ser una masa de aire muy cálida y muy seca.
 
Estas masas son empujadas hacia el Océano Atlántico, por el flujo general de vientos del este que soplan a esas latitudes. Por lo tanto, afectan a toda la franja de aguas tropicales, que a términos de actividad ciclónico tropical se le conoce como Región de Desarrollo Principal o RDP por ser el lugar en donde nacen la mayoría de los ciclones tropicales de esta cuenca.
 
Aunque todavía no se ha conseguido explicar al 100% cómo interactúan estas masas de aire sobre la evolución de los ciclones tropicales, sí se ha observado que tiene un efecto inhibidor sobre el desarrollo de las tormentas. Esto se debe fundamentalmente al carácter seco de esta masa de aire (una carcaterística que afecta negativamente a los ciclones, si penetra en su estructura y dinámica interna) y a su carácter extremadamente cálido (provoca fenómenos de inversión térmica en la capa atmosférica, impidiendo los movimientos verticales de ascenso de las masas de aire; es decir, provoca condiciones tendentes a la estabilidad atmosférica).
 
No obstante, de información extraída de la sección didáctica del Cooperative Institute for Meteorological Satellite Studies / University of Wisconsin-Madison, sabemos que hay varias formas de interacción entre las tormentas y el SAL: casos de ciclones tropicales que han conseguido sobreponerse a altos niveles de SAL, llegando a alcanzar el rango de tormenta tropical. En otros, que el SAL ha conseguido inhibir por completo el desarrollo de las tormentas, y otros bastante interesantes en que, cuando el ciclón ha conseguido mantenerse con un cierto grado de organización a pesar del SAL, se han intensificado de forma muy rápida al encontrar una atmósfera con ausencia o poca presencia de esta masa de aire. De ahí que todavía se estén investigando estos mecanismos de interacción para entenderlos mejor.
 
En nuestro foro de debate también se está debatiendo sobre este término, ya que parece que la temporada récord de 2005 estuvo dominada por las grandes irrupciones de SAL en la región del RDP y, sin embargo, los números, como ya se ha dicho, fueron de récord.
 
Es muy posible que, a parte de las características de estas masas de aire, en sí mismas, tengan que ser estudiadas puestas en juego en diversos escenarios, como sobre un océano con unas temperaturas muy altas, o con el grado de cizalladura al que vengan asociadas (por lo general, alto, lo que supone un factor de inhibición extra). Quizá el SAL, en determinadas ocasiones, pueda suponer un mecanismo a modo de trampolín para un ciclón tropical, si logra sobrevivir a los factores inhibidores que trae asociados consigo. Además, es posible que también tenga una influencia distinta según su posición respecto de un ciclón tropical. Y como nota final, es posible que esos incrementos locales de la cizalladura, dependiendo de dónde se localicen, pueden crear tuburlencias favorables para la formación de rotaciones ciclónicas o provocar divergencias que favorezcan los ascensos de las masas de aire, y por ello, de la convección. Queda mucho por aprender y estudiar.
 

Nota: la elaboración de estos artículos lleva consigo mucho trabajo por lo que, si usas esta información, por favor, cítanos.
Artículo redactado por Pedro C. Fernández
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